Sahel, Saint Louis

En la costa senegalesa por fin tengo tiempo para escribir con calma.

Como la mayoría de las fotos desde Nouakchottetik hasta Touba se perdieron con el teléfono, completaré este post con las prestadas por Olga y Zak. ¡Gracias!

El desierto del Sahara avanza hacia el sur más despacio pero más decidido que yo. Ahora ya hay que bajar algunos kilómetros desde la capital para ver las primeras plantas del Sahel.

A falta de árboles más grandes, las chozas para las cabras son el parapeto más fácil. Hay cientos de ellas, vacías, a los lados de la carretera.

En algunos tramos se ven prados verdes y arbolados adornados con grandes jaimas blancas.

En las aldeas del sur están esperando el asfalto que no acaba de llegar. De momento, una carretera agrietadísima te lleva hasta estos núcleos de chabolas en la arena. Muchas familias migraron aquí hace un par de décadas desde países más meridionales.

La penúltima acampada mauritana. Casi un mes más tarde, todavía me aparecen semillas con espinas en los calzoncillos.

Al parecer, la frontera de Diama es mucho más fácil que la de Rosso. Cuarenta kilómetros de pista hasta entrar en Senegal. Aves, grandes reptiles y facóqueros se cruzan en el camino. En el mónzón tiene que ser un infierno pedalear aquí, pero ahora es una gozada.

Con divisa nueva en el bolsillo, hacia Saint Louis. Gran núclo urbano y dos islas atadas con puentes. Junto a las embarcaciones, una mezcla inolvidable de cabras, basura y niñas/os. El humo de tanto coche viejo oscurece la tarde naranja. Cada barco porta una enorme bandera, de Japón, pirata o nazi, quizá haya alguna ikurriña por ahí. Casi todos llevan el escudo del barça en el casco.

El puente Faidherbe zubia. En las manos, un beñe (buñuelo típico) y un café touba.

Pedro me dio la referencia de la asociación/albergue Hahatay, algo más al sur. Dos personas voluntarias del proyecto vinieron a visitar Saint Louis y pasamos un bonito día. La próxima entrada será sobre los dias en la asociación.

Olga, Soriana, y Yauci, canario, dedican sus vacaciones a colaborar con proyectos que lo necesitan.
En esta ciudad también es difícil sacar una foto sin que se cruce alguna cabra.
El dueño de este taller repara bicis y también hace arte con las piezas sobrantes.
Estamos bastante acostumbrados a circular entre el tráfico, pero con todo el movimiento de autobuses y taxis no es fácil. En realidad, a pie también hay que prestar mucha atención.

Cierro este envío con otra foto de Olga y su supercámara. Antes de continuar viaje intentaré contar la experiencia de Hahatay y el camino hasta Saly, donde Zak y yo tenemos un anfitrión de lujo. Muak!

Agur, Saint Louis.