¡Por Eolo!

Por la mañana había empaquetado la tienda húmeda, y quería secarla antes de llegar a Tan-Tan. Aproveché para tocar la alboka y sacar la foto de portada para el próximo single baskinternazionalista. ¡Saharalboka Pedal Tan-Tan Shash!

Soplando así, estarás de acuerdo en que unos pocos grados pueden tener un efecto decisivo en la salud (hablo del viento, pero con la Voll Damm también me pasa).

De través o un poco a favor, es el infierno o el cielo. Por aquí los alojamientos distan unos cien kilómetros entre sí. Como casi siempre es más cómodo dormir en una cama, es importante tener a Eolo como aliado.

Alojarte por tu cuenta también mola. Como los gendarmes de Chbika no me invitaron a dormir, acampé cerca de una casita, entre los juegos de tres pequeñinas/es adorables. A no ser que te alejes mucho de la carretera es difícil pasar desapercibida/o, por eso prefiero quedarme cerca de alguien local.

Estos días han sido las casas las que me han alterado un poco el ánimo.

Las de ladrillo y las de tela. Los gatos de Sidi Ifni se lo pasaron de cine jugando entre las capas de mi tienda. No sé si entrarán bichos, pero seguro que duermo más fresco.

Con los problemas encarrilados, es un placer pedalear en llano a lo largo de la costa.

Cuando no ves el mar, lo oyes, lo hueles.

La costa al norte del Parque Nacional de Khenifiss es un acantilado larguísimo. Hacia el sur, en cambio, todo playa.

Si de verdad sube el nivel del mar, esta ruta tendrá que hacerse remando.

Pero no parece que aquí tampoco preocupe mucho el cambio climático. Junto a la carretera entre Guelmim y Tarfaya hay mucha maquinaria pesada aquí y allá, parece que construyendo dos nuevos carriles. Durante algunos kilómetros los he utilizado para evitar el tráfico.

¡Si fuera un carril bici! Las ciclopersonas notamos especialmente el tráfico de una carretera y, sin embargo, yo no veo el sentido de duplicar esta, a no ser que sea político.

Acercarme a la costa ha tenido otra ventaja enorme, después de tanto pollo y huevo.

¡Pescado fresco! Bueno, recién capturado, será, pero frío-frío no sé si va…

Y de aquí para abajo ya no hace falta gps, si no es para calcular distancias. Si me equivoco de dirección, como mucho apareceré otra vez en Bilbao.

Para no gastar pilas he estrenado este nuevo ingenio, pero creo que no funciona bien, porque siempre me marca hacia la izquierda. Para cuando me he dado cuenta me he pasado toda la mañana haciendo círculos en la arena.

Decidí quedarme en Tarfaya hasta mañana porque venía calor. Después, si la predicción es buena, durante una semana el viento me llevará volando hasta Dakhla.

Puerto pesquero, niebla y el museíto de Antoine Saint-Exupery, este pueblecito tiene algo. Siempre andan niñas/os riendo y gritando.

Por terminar con algo, es verdad que la velocidad de la bicicleta es muy adecuada para viajar y conocer sitios, pero hay mucho margen para elegir. Yo hago muchos descansos y, sin embargo, tengo que cambiar a menudo de diccionario. Del árabe “marroquí” al tamazight y de aquí para abajo al hassaní. Es verdad que casi en cualquier parte saben decir “quatorze dirham”, pero ¿quién no prefiere que le entiendan en su lengua, “arbatash” o, cómo no, “kkuz d mraw” (catorce en árabe y en tamazight)?

Pues ala, me voy a comer un buen plato de pescado por ishrin (veinte) dirhams. ¡Bismillah!

Este ya pasó a la historia. Por no preguntar antes me cascaron el doble, pero estaba rico. Akhfnir.