Antes de seguir con las primeras experiencias, una más fresca:
Siguiendo un consejo bienintencionado me metí en pleno camino santiaguiri. Todo megaturistico, seguí adelante pero el panorama no cambiaba. O acreditación de peregrina/o o visa, no hay más, y la acogida de la gente nada que ver con los pueblecitos de días pasados.
Por fin, en Cacabelos, después de preguntar a un par de vecinos, localicé un cesped divino al lado del río. Esperé hasta que anocheció y me metí hasta la zona menos visible. Era un lugar estupendo. Disipadas las dudas, me dormí.
A las dos de la mañana noté un chaparrón. ¿Será posible? Chachachachachachacha… La guardia armada invisible de Cacabelos me atacaba con tanques de agua, por delante y por detrás. No me conocían, me enrollé en la loneta de debajo de la esterilla y empecé a contar los minutos. -Aquí no les sobra el agua y en algún momento se les acabará la munición-. Y acerté. No sé si fue media hora o entera, pero se retiraron humillados poco antes de que se me calasen el saco y todo lo demás. No se ha visto por aquí un peregrino así.
Hoy a mediodía he secado todo y he pedido a Tutatis que me aparte para siempre de este maldito Camino. De nuevo protegido por las montañas, he recuperado a la gente amable y las iglesias románicas a mi medida. Esas las resumiré en otro post.