Mi salud delata que no nací para las altas cumbres, pero (casi) he cruzado más fácilmente de lo esperado el recorrido de montaña que llevaba semanas imaginando.
Pero… ¡Qué personal es la percepción de la belleza! Cuando llego a muchos sitios no acierto a ver aquello tan hermoso que me anunciaban. Viajar con esfuerzo te añade más filtros a las gafas.
Pero de Imilchil en adelante, con la boca abierta. Una interminable sucesión de valles verdes y pueblecitos de adobe rodeados de montañas ocres.
Sin embargo, cuando el camino se porta bien a veces es alguna persona la que te pone cuesta arriba. En un hotel tuve una mala experiencia, porque en lugar de descansar me pasé toda la tarde tragando viento por hacerle un favor al dueño, y este fue muy desagradecido. Me habría pasado en cualquier parte, o sea que no me va a amargar el viaje.
Al terminar los valles más altos, un puerto suave, las primeras turistas/os desde hacía tiempo, una bajada hermosa y…
… el viento.
Antes de meterme en el desierto decidí curar bien el catarro, por lo que llevo algunos días en un albergue, comiendo, durmiendo y experimentando las tonalidades bereberes con la alboka. Excelente el sistema de Osses, a ver si grabamos algún vídeo.
¡Besos a todas/os!