Alto Atlas

Mi salud delata que no nací para las altas cumbres, pero (casi) he cruzado más fácilmente de lo esperado el recorrido de montaña que llevaba semanas imaginando.

Después de un par de puertos durillos, un recorrido casi llano y precioso de 60 kilómetros. Tuve mucha suerte, porque con el viento que ha entrado los días siguientes habría sido una tortura.
Tras subir el puerto más duro.

Pero… ¡Qué personal es la percepción de la belleza! Cuando llego a muchos sitios no acierto a ver aquello tan hermoso que me anunciaban. Viajar con esfuerzo te añade más filtros a las gafas.

Lago Tislit. Según el guión, un lugar perfecto para acampar, pero a veces las sensaciones no acompañan. Entonces mandan la hora y el cansancio. Yo tiré hacia Imilchil.

Pero de Imilchil en adelante, con la boca abierta. Una interminable sucesión de valles verdes y pueblecitos de adobe rodeados de montañas ocres.

Antes de parar y sacar una foto descarto dos opciones: “No merece la pena, no es suficientemente bonito” o “No merece la pena, es demasiado bonito”. Esta vez estaba en el medio. Agoudal.

Sin embargo, cuando el camino se porta bien a veces es alguna persona la que te pone cuesta arriba. En un hotel tuve una mala experiencia, porque en lugar de descansar me pasé toda la tarde tragando viento por hacerle un favor al dueño, y este fue muy desagradecido. Me habría pasado en cualquier parte, o sea que no me va a amargar el viaje.

El catarro no me dejó disfrutar de un sitio tan romántico.

Al terminar los valles más altos, un puerto suave, las primeras turistas/os desde hacía tiempo, una bajada hermosa y…

¡Hola! ¿De dónde? ¿Y por dónde? Qué bien, ¿y a gusto? Esto… ¿Me sacas una foto? A veces el cortejo entre guiris sólo tiene un objetivo.

… el viento.

Antes de meterme en el desierto decidí curar bien el catarro, por lo que llevo algunos días en un albergue, comiendo, durmiendo y experimentando las tonalidades bereberes con la alboka. Excelente el sistema de Osses, a ver si grabamos algún vídeo.

¡Besos a todas/os!