Todo recto

Los últimos días hasta Agadir fueron muy kilometrosos. Cuando se mete un destino en la cabeza, las piernas se obcecan, e hice una etapa de más de 100 kilómetros ayudado por el nivel.

Los paisajes, cambiantes. Era absurdo sacar fotos del puro desierto, porque el objetivo se pierde en la amplitud. Y el último tramo… pues imagina el tramo Bilbao-Galdakao durante cien kilómetros y me dices si merece la pena parar.

Lo que la cámara no puede (o el fotógrafo no sabe) que lo arregle la imaginación. Un restaurante perdido en una llanura interminable a más de 1000 metros de altitud.

Siendo Agadir una gran ciudad, normalmente la habría esquivado, pero tenía tres cosas que hacer allí. Dos, en la Poste, y la otra, en el consulado español. La próxima vez que vayas con prisa, mira el calendario, no sea que cuando llegues tengas que poner la misma cara que yo.

Bonita, ¿verdad? Diseñada por alguna eminencia del momento pero, los fines de semana, cerrada. Y qué decir del consulado.

He dicho tres cosas porque siempre me olvido de la salud, y así ando. En Agadir también hice turismo sanitario, por un problemilla que traigo desde hace mucho tiempo y aún no he arreglado del todo. No quieres fotos de eso. Como el comienzo de la solución tuvo un comienzo tormentoso, pasé cuatro días en la ciudad.

En realidad me hospedé en un municipio aledaño, Inezgane, uno de los mayores núcleos comerciales de Marruecos. No me gusta sacar fotos entre la gente, pero es cierto que allí puedes encontrar casi cualquier cosa que se te ocurra.

Frutas, gallinas, inodoros y quincalla infinita que se recupera in situ de camiones que no paran de llegar. Cientos de pasillos temáticos como este.

Cumplidos los encargos, al final me metí en LA ruta. A partir de aquí, en caso de querer volver hay que desandar lo andado. Eso y el mar me han dado por fin la viva sensación de acercarme paso a paso a Senegal.

No, no es Okinawa, sino la playa de Agadir. La bienvenida del Atlántico desde que nos despedimos cerca de Oporto.

Sin vía costera al sur de Agadir, hice ese tramo lo más rápido posible. Quería ver el mar sin el ambiente de Benidorm. De hecho, ayer tocó recuperar ese sobreesfuerzo.

Por el camino, un verdor no visto en mucho tiempo. Taroudant y Souss-Massa (en la foto) son las huertas que alimentan todo el sur de Marruecos.

El camino costero posterior, tan rompepiernas como el vasco. Apretar el shash y paciencia. Las debilidades se arreglan bien gracias a la generosidad de la gente. Si no hay cafetería tras la curva, se improvisa un desayuno doméstico con historias locales. Gracias, Zlem Ahmed.

¿Lugar turístico adormecido, o costa humilde y tranquila que se alborota durante un par de meses al año?

Al parecer hay agua potable a todo lo largo de la carretera, pero el paisaje no lo demuestra. Lo que sí es muy evidente es el mercado inmobiliario.

El paraíso en la tierra, ¿a qué esperas? Mucha gente local ha construido sus sencillas casas vendiendo las tierras de sus antepasados a comerciantes del ladrillo turístico

En esta época casi no hay turismo. Algún ciclista loco y dos o tres parejas francesas o alemanas en caravana.

A las jubiladas/os europeas/os parecen gustarles las aventuras motorizadas. Taznakht.

Aquí un par de fotos de poblaciones costeras.

Aglou. En el camping, vacío, me pidieron un precio loco por acampar, y en el hotel, muy majas/os, por poco más me dejaron una habitación estupenda. Hasta ahora dos o tres hoteles se han portado especialmente bien conmigo, por viajar en largo recorrido. Si no, a regatear, pero siempre es más caro para quien viaja sola/o que para dos.
No estoy seguro de qué pueblo es este. Camino a Sidi Ifni.

Desde ayer, descansando en Sidi Ifni, los problemillas de casa nublan un poco el cielo, pero en general creo que he elegido bien el camino y estoy con ánimo de afrontar lo que venga.

Foto dedicada al tío Felix, que hizo aquí la mili. Animo, osaba!

También he recuperado la alboka, y he tomado una decisión firme para la digitación. Quizá lo cuente con más detalle más adelante, pero, resumidamente, se trata de utilizar la misma digitación para cualquier tonalidad, dedicando el dedo anular de la mano derecha a la tónica de la tonalidad correspondiente. Cuando quiera tocar en La dórico, intentaré utilizar el meñique derecho.

Después de la chapa técnica, una foto relajante y ¡hasta la próxima!

Primera semana en el desierto

¡Mira que ponerle puertas al desierto! A mí por lo menos me dieron sombra para el almuerzo. Entre N’Kob y Agdz.

Me he sorprendido con lo rápido que pasa el tiempo. Por una parte me alegro porque quiere decir que el blog no me condiciona el viaje. Tenía ese temor.

Por eso he titulado esta foto “el viajero” y no “el blogger”. En el hotel de Alnif. A más de una/o le ha recordado una película, ¿Aciertas cuál?

El ambiente es muy seco y le estoy sacando mucho partido al “shash” de cinco metros que compré en Tinguir. Ahora me doy cuenta de que el origen del larguísimo catarro por el Atlas fue la escasa protección.

Da igual cuesta arriba, cuesta abajo, con viento a favor o en contra. Salvo que te tapes la boca y la nariz, en seguida se te secan la garganta y los pulmones. Casi siempre, lo único que va al aire son mis manos. En la foto, llegando a Taznakht.

Al oeste de Alnif, el desierto escoltado por montañas me sugiere una Sakana apocalíptica. Con oasis de palmeras cada vez menos frecuentes, son valles desérticos que reciben trombas de agua esporádicas. Este agosto el agua se llevó a catorce personas que estaban viendo fútbol local.

Siendo los valles tan anchos, en las fotos parece que no hay montes, pero créeme, los hay. Recién salido de Alnif.

Los dias son parecidos, pero no tengo tiempo de aburrirme. Desde que empecé a ver hoteles y campings, uso poco la tienda, y el hornillo también. Eso le suma otro par de horas al día, porque las tareas “domésticas” son lentas sin infraestructura fija.

Pero en esta latitud las lentejas tardan lo mismo en cocerse.

Ya que lo menciono, estoy muy contento con mi hornillo ruso. Funciona con gasolina sin plomo normal, y con un litro tengo para ocho horas a toda potencia. Si se usa el mismo combustible para precalentar se ensucia bastante, pero se me hace llevadero.

Puestos a trastear, aquí el invento que tenía que haber utilizado mucho antes. Me habría ahorrado muchos quebraderos de intestino./p>

El filtro para el agua. Pequeño, ligero, barato, casi inagotable… y muy efectivo. Si además cloras el agua, es casi como hervirla.

Esta semana también he conocido personas geniales. Como de costumbre, con algunas no se me ha pasado por la cabeza sacarme una foto.

Con la excusa de los shash, sí que nos acordamos de la foto en el albergue de Brahim (a la derecha) en N’Kob. A la izquierda, Youness. Anfitriones generosos.

Entre quienes recordaré aun sin foto, sin duda Jamil. Nos conocimos bajo un arbol solitario, donde me dio una clase maestra sobre la minería en Marruecos, sector en el que ha trabajado muchos años. Como se nos hizo mediodía, me invitó a comer a su casa.

He dicho sin foto, pero hoy he pasado por su trabajo. No es la mejor manera de recordar a alguien, pero bueno. Mina Bou Azzer.

Como en otros sitios, mientras en todo Marruecos están venga a construir casas de ladrillo, muchas casas y pueblos de adobe de esta zona se ven sin vida.

Estas están en ruinas, pero muchas con mejor aspecto también parecen vacías. Barrio Zaouit el Cherki, en el verde valle del Draa.
Y… ¡sorpresa, un carril bici en el desierto! Fueron sólo unos metros, como en Bilbao, pero hace ilusión hasta que ves que las motos también se dan por aludidas. Agdz.

Con respecto a la alboka, he decidido reaprender con la digitación más natural para la mía las canciones que ya sabía, para no tener que andar tocando de dos formas distintas. Además no me arreglo con el dedo meñique derecho, en el que me dieron puntos recientemente. Por tanto, el reto del momento es tocar a la vez Re y Fa, porque con los dedos de la misma mano parece más difícil.

A ver tú cómo te arreglas ;-p